El ángel callaba by Heinrich Böll

El ángel callaba by Heinrich Böll

autor:Heinrich Böll
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 0000000000000
publicado: 2023-10-04T00:00:00+00:00


X

CUANDO Fischer regresó a la habitación, Elisabeth dejó de mirar la pared y volteó hacia él para preguntar en voz baja:

—¿Quién era?

—Un pordiosero —respondió él, sentándose de nuevo.

—¿Le diste algo?

—No.

Ella suspiró y volvió la cara hacia la pared. En la amplia ventana, flanqueada por las cortinas descorridas, se dibujaba la inverosímil imagen de los escombros: los muros de las casas ennegrecidos por el humo, las fachadas reventadas que parecían seguir cayendo, montículos recubiertos de hierba que habían sido escarbados de nuevo y tenían un recubrimiento verde, musgoso y suave en muchas partes…

—No le diste nada… ¿quién era?

—No sé, un tipo cualquiera…

Ella comenzó a llorar suavemente y él escuchó con atención, pues hasta entonces no había llorado: miró el cuello delgado con el cabello sin peinar y los hombros temblorosos; percibió ese rumor extrañamente frágil de sus sollozos. Él estaba sorprendido y, de alguna manera, asqueado por aquella muestra exagerada de sentimentalismo.

—No tienes por qué enojarte —dijo él—, pero quisiera terminar con esto, llegar a algún acuerdo, tú me entiendes. Personalmente, de verdad que me da igual, aunque considero los asuntos de dinero una cosa muy seria como para actuar por puro sentimentalismo. Como he dicho: nuestro suegro estaría feliz si te comprometieras de palabra a considerar el testamento de Willi como inexistente por el momento, si dejaras de disponer del dinero y los bienes de Willi. Un compromiso de palabra, ¿entiendes? No puedes exigir mejor muestra de buena voluntad… o en otro caso —él se interrumpió, pues ella volteó a mirarlo bruscamente y se sorprendió por su expresión de firmeza—. En otro caso, comenzaría un pleito legal y yo —rio— considero muy improbable que pudieras ganarlo con los documentos existentes…

—Intentaría encontrar al hombre que me trajo el testamento de Willi —se ruborizó al recordar la actuación que había tenido con él.

—Claro, pero es muy improbable que lo encuentres y, además, ¿qué más quieres que él te diga?

—El lugar donde Willi fue fusilado. Probablemente ahí esté enterrado, alguien ya lo habrá enterrado.

—Nada mal, no está nada mal —por un instante guardó silencio con aire reflexivo y después preguntó—: a ver, dime, ¿te olvidarías temporalmente de esa tontería de la donación y te contentarías con dos mil marcos al mes…?

—Como una especie de tregua… de hecho, por mi parte —dijo ella en voz baja—, si pudiera hacer lo que quisiera, ahora mismo te golpearía la cara…

—Eso no sería muy cristiano.

—Lo sé —dijo ella y sintió que un fuego interior secaba súbitamente sus lágrimas—, es decir, no lo sé, creo que un montón de buenos cristianos han abofeteado a un montón de gente de tu tipo y eso no los hizo anticristianos… pero la cosa tiene un inconveniente: no soy buena cristiana y ellos…

—Exactamente, tú tienes arrebatos humanos, eso es todo, porque los arrebatos humanos no sustituyen a las pasiones genuinas de una religión…

—Sí, sí, sí —dijo ella mirándolo de forma extraña, casi burlona—, tú puedes explicarlo todo, ustedes todo lo pueden explicar, sólo espero el momento en que nos expliquen quiénes son



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